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Ahora que el gobierno de Obama está trabajando para restablecer las relaciones diplomáticas con la nación isleña más grande del Caribe, existe un gran optimismo de que la capital de Cuba, La Habana, y su población de más de dos millones de habitantes puedan ver prosperidad en un plazo relativamente corto. Pero los observadores de Cuba y un número cada vez mayor de personas en el terreno están aprendiendo que no se puede construir un futuro sin estabilizar el pasado.
Uno de los mayores atractivos de la ciudad es su arquitectura, que tiene un estilo europeo distinto. "Algunas personas lo han llamado 'el París del Caribe'", dice John Pilling, un arquitecto con sede en Boston que ha visitado el país varias veces. "Es una ciudad hermosa, incluso en su estado de mal estado".
Mal estado es la palabra correcta. La ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se encuentra actualmente en muy mal estado, con infraestructura desmoronada, carreteras terribles y fachadas desmoronadas. Cuba necesita dinero, y lo necesita rápido. El problema, explica Joe Scarpaci, profesor de mercadotecnia en West Liberty University en West Virginia, que ha escrito extensamente sobre Cuba y ha viajado al país 74 veces, es que Cuba no es un lugar seguro para invertir. "Siempre está en los últimos cinco o seis en términos de lugares para una inversión segura", dice. El comunismo y el capitalismo nunca han sido buenos compañeros de cama.
Cuando Fidel Castro tomó el control del país en 1959, la Unión Soviética se convirtió rápidamente en el principal benefactor de Cuba. Durante décadas, los amigos de Castro en Moscú mantuvieron al país a flote, incluso en medio de políticas fiscales internas fallidas. Luego, en 1991, la Unión Soviética se derrumbó. Según Scarpaci, Cuba "se subió al carro de la sostenibilidad porque no tenían a dónde ir." La agricultura urbana despegó en La Habana y otras ciudades importantes y permitió que el país resistiera los efectos de las sanciones comerciales y mantuviera su soberanía alimentaria.
Esa sostenibilidad no se traducía realmente en otros aspectos de la vida. Hay algunos sistemas de energía eólica y solar, pero no funcionan a escala. Y los Castro realmente nunca invirtieron en actualizar la infraestructura, por lo que el futuro de este país inmerso en el pasado es, en el mejor de los casos, el presente.
La infraestructura hídrica de La Habana es lo peor. Scarpaci dice que el 55 por ciento de las tuberías y los sistemas de agua de La Habana tienen fugas. Un acueducto construido en 1983 fue diseñado originalmente para albergar a una ciudad de 600,000, no a los 2.2 millones actuales. "La Habana está a punto de conseguir la intrusión de agua salada en los dos acuíferos de la ciudad", dice. “La presión del agua en la red de agua es muy baja. Eso significa que, a menos que esté cerca de una estación de bombeo y encienda una espita, no saldrá mucho. Así que cada día cientos de camiones de agua salen por la ciudad, quemando combustible diesel. Encienden sus generadores, corren una manguera, bombean agua hasta el techo. No se puede decir que sea sostenible en alguna parte ".
Y, por supuesto, los problemas con la infraestructura engendran una mala calidad del agua, lo que provoca brotes de enfermedades como el cólera que aparecen con demasiada frecuencia. No existe una sola instalación de tratamiento primario en La Habana, dice Scarpaci. "Toda la caca sale a la bahía, o se desplaza y se bombea fuera del lado este de la ciudad".
El gobierno ahora está trabajando para ponerse al día. Tienen todo el talento del mundo cuando se trata del tipo correcto de ingenieros, diseñadores urbanos y otros innovadores que pueden encontrar soluciones, y de una manera que preserve la amada historia de la ciudad. Gina Rey, profesora de arquitectura en la Universidad de La Habana, ha realizado una gran cantidad de trabajo para diseñar planes sobre cómo La Habana puede mejorar sus espacios y servicios al tiempo que se adhiere a estándares sostenibles. En 2011, Julio César Pérez Hernández, un arquitecto cubano en ejercicio, mostró su propuesta del Plan Maestro de La Habana, que revitalizaría la línea de costa con conceptos de diseño inspirados en otras ciudades de todo el mundo y brindando actualizaciones desesperadas a la infraestructura local.
El problema es que Cuba simplemente no tiene el dinero para convertir esas cosas del concepto a la realidad. Al menos, quizás, no está enfocando su tiempo y sus recursos donde lo necesita. Hay indicios de que cuando se les da la oportunidad, La Habana puede solucionar sus problemas. Pilling cita un par de proyectos como ejemplo, como la reconstrucción de la estación de bombeo de aguas residuales en el recinto de la costa de La Habana, un nuevo edificio comercial que se convierte en un hotel de 12 pisos y otras obras contemporáneas.
Pero estos tienden a centrarse en ayudar a reforzar la industria turística de la ciudad, no necesariamente a sus residentes que ya viven allí y luchan con las insuficiencias cotidianas. Los nuevos hoteles y condominios animan a los desarrolladores a mejorar las líneas de agua en los vecindarios, pero ese es el único factor. La población de la ciudad todavía tiene que lidiar con los edificios que se están marchitando, en los barrios abarrotados que se están llenando. Y esto empeora el nivel de vida de los cubanos en más de un sentido. "El tejido urbano afecta a los tejidos sociales y psicológicos", dice Scarpaci.
Queda por ver cómo exactamente La Habana obtendrá el dinero que necesita. Si bien la normalización de las relaciones entre EE. UU. Y Cuba podría abrir muchas puertas para que las empresas estadounidenses puedan recorrer las 90 millas de agua y comenzar a inyectar dinero en la región, los líderes del país deberán actuar de manera responsable para asegurarse de que se utilice el dinero para el cosas correctas. La Habana ya era el escenario de una revolución hace casi medio siglo. Puede que tenga que albergar otro pronto. Esperemos que esta sea en la dirección correcta.
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